jueves, 30 de enero de 2014

Inducción y promesa

publicado el 23 de enero de 2014, en la columna "Con peras y manzanas" del Diario de Morelos

Me encanta ver programas de concurso entre chefs. Poder disfrutar dos de mis adicciones juntas (la televisión y la comida) es irresistible. Uno de los descubrimientos gourmet que más me ha gustado, es la existencia de los “amuse bouche”, pequeños entremeses que tienen la función de, como su nombre lo dice, asombrar al paladar. El concepto es delicioso. Deben ser muy pequeños, para poder disfrutarlos de un solo bocado y tienen la misión de asombrar al comensal, son la inducción y promesa a una comida deliciosa.
En estas semanas de regreso a clases es cuando más extraño la escuela, ese primer día fue mi favorito durante años. De hecho, gozaba desde el fin de semana previo el regreso; y no sólo como alumna, también me divertía el inicio del semestre dando clases en licenciatura y maestría. Recuerdo que durante mi vida de estudiante, los inicios de año o de semestre eran días de fiesta. Conocer nuevos maestros, vislumbrar nuevas materias, escuchar nuevas reglas del juego, hacían esas primeras semanas inolvidables. Aquellos maestros que lograban entusiasmarnos en esa primera semana prometían aventuras de conocimiento retadoras, gratificantes y muy divertidas.  
Cuando me tocó dar clase, donde más trabajo invertía era en preparar esas primeras clases. Los objetivos eran lograr sentar las bases para una convivencia cordial, mostrar el panorama general y dejar a los alumnos entusiasmados con lo que vendría. Sin duda, la inducción es fundamental en una relación de enseñanza aprendizaje; y esa primera sesión, disfrazada de bienvenida es una gran oportunidad de entusiasmar a los estudiantes. De igual manera, cuando se inicia una relación laboral, la inducción es fundamental. Es el momento de intercambiar conocimiento tácito y explícito sobre la cultura organizacional, las reglas de convivencia y los canales de comunicación relevantes y pertinentes.

Una buena sesión de inducción, no sólo es útil para incorporarnos a una organización; es el reflejo de lo que será nuestra vida en esa organización. No sólo es la bienvenida de nuevos integrantes a un equipo, es una inmersión a la cultura de ese equipo y sienta el precedente del tipo de interacción que se mantendrá en él.

jueves, 23 de enero de 2014

¿Porque lo mando yo?

publicado el 23 de enero de 2014, en la columna "Con peras y manzanas" del Diario de Morelos

Hace veintidós años, en un baby-shower me regalaron un libro de educación para nuevos padres que versaba sobre regresar a los modelos autoritarios del pasado. Siempre he considerado que recurrir exclusivamente al argumento de la autoridad para poner en práctica algo es un recurso obsoleto, pobre y extremo. Enfatizo el exclusivamente, pues creo que el sistema de autoridades existe en nuestra sociedad para facilitar las cosas, establece jerarquías y reglas cotidianas que nos permiten convivir fácilmente y nos evitan entrar en disertaciones eternas en el actuar.
Por ejemplo, los reglamentos de tránsito establecen que, en una glorieta, la preferencia la tienen los que ya están en la glorieta y quieren salir, sobre quienes quieren entrar. Si dedicamos unos minutos a pensar la razón de esta “regla autoritaria”, entendemos que, en caso contrario, tendríamos en un caso hipotético glorietas infinitamente llenas, donde todos los que quieren entrar a la glorieta impedirían la salida a los autos, paralizando el tránsito alrededor. La norma, se basa en mantener la afluencia vehicular y disminuir los embotellamientos. La seguimos por un principio de autoridad, sustentado en una serie de estrategias que cumplen un objetivo concreto; contribuir a una mejor vialidad.
En ciencia y tecnología, la toma de decisiones en un experimento o un proyecto se debe fundamentar en un proceso racional. No hay lugar para las decisiones exclusivamente autoritarias. Un centro de investigación no define sus líneas de investigación “porque sí”, o mejor dicho, no debería hacerlo. La naturaleza del proceso científico, obliga a analizar con la mayor objetividad posible las alternativas, asignar criterios de evaluación y aplicarlos para alcanzar un mejor entendimiento de la realidad, o una mejor solución a un problema determinado. Quienes no lo hacen, detienen el avance del conocimiento científico u obstruyen el flujo de nuevas tecnologías al mercado y en ambos casos, desperdician recursos humanos y financieros en sus ámbitos de influencia.

En innovación y desarrollo tecnológico, se acostumbra invertir recursos económicos en estudios de factibilidad técnico-económica. Estos estudios nos permiten convocar a un grupo de especialistas, proponer criterios de evaluación, acercar información relevante y el concierto de estos tres elementos, nos dan claridad sobre la viabilidad de un proyecto. La importancia de la objetividad en estos estudios es directamente proporcional a la del proyecto. Si yo quiero poner una fuente decorativa en la esquina de mi jardín que funcione con energía solar y tomo la decisión desde la autoridad (“porque lo mando yo”), muy probablemente tendré una fuente que no funcione porque le da sombra la mayor parte del año. Si sustituyo la autoridad por un estudio de factibilidad sobre el uso de energía solar en la decoración de mi jardín, contaré con alternativas mejor fundamentadas que sí funcionarán. Invertir en estudios de factibilidad objetivos es indispensable para aplicar recursos de manera eficiente y efectiva.



jueves, 16 de enero de 2014

Proteger para compartir

publicado el 16 de enero de 2014, en la columna "Con peras y manzanas" del Diario de Morelos

Hace dos años y medio, durante una reunión con un empresario, comentábamos sobre la productividad de la comunidad académica morelense. Él había tenido la oportunidad de visitar algunos centros de investigación y conocer algunos de sus proyectos. Al ver la calidad y pertinencia de estos grupos académicos, supuso que en estas “fábricas de conocimiento” debería haber muchas patentes con potencial de explotación. Desafortunadamente, no es así. No sólo en Morelos, sino en todo el país, hay muy pocas patentes solicitadas por mexicanos y menos aún, de patentes otorgadas, en comparación con otros países. Según datos de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) de 2012, en México se otorgaron 12,358 patentes, sólo 290 fueron de mexicanos; en Brasil se otorgaron 2,830 de las cuales 365 fueron de brasileños; y para rematar, en España se otorgaron 2,720 y 2,559 fueron de españoles.
Siempre que este tema se aborda en los círculos de innovación y transferencia tecnológica, se acusa a la comunidad académica y a sus sistemas de evaluación, de promover exclusivamente la publicación de artículos científicos y no valorar la solicitud y obtención de patentes. Y es que, a pesar de los esfuerzos que se han hecho para promover que los investigadores se integren a una cultura de protección de propiedad intelectual (PI) mediante la escritura de patentes, los cuerpos colegiados que evalúan la productividad de estos investigadores, aún no las consideran relevantes.
Para que una entidad sea generadora de innovación tecnológica, es necesario que proteja el conocimiento que genera para poderlo comercializar. El valor de una tecnología está relacionado, entre otros factores, a la certeza jurídica que quien la explotará pueda tener. Las patentes otorgan esta claridad y certeza de exclusividad para comercialización a las invenciones. Pretender que el conocimiento que se genera en los centros de investigación y las universidades se lleve al terreno comercial sin promover su protección, es esperar que los inversionistas y empresarios inviertan en negocios vulnerables a la piratería y el plagio.
Recuerdo que en la licenciatura, todos teníamos que llevar un curso de contabilidad, pues todos como futuros profesionistas requeriríamos de las nociones básicas para sobrevivir en la jungla contable-fiscal del sector productivo. Al ver lo analfabetas que somos en términos de protección de PI, y lo importante que es tener nociones básicas del tema, creo que deberíamos promover que, en todos los niveles educativos, se concientice a los estudiantes sobre la importancia del respeto a la PI, su clasificación, los mecanismos de protección y los derechos que los autores o inventores tienen sobre ella.

Mientras el sistema educativo formal logra integrar la materia, hay recursos en los sitios de internet de la OMPI, del Instituto Mexicano de la Propiedad Intelectual (IMPI) y del Instituto Nacional del Derecho de Autor (INDAUTOR), para que todos sepamos cómo proteger nuestras creaciones e invenciones, y cómo podemos compartirlas, con fines de lucro o sin ellos. 

jueves, 9 de enero de 2014

Ser, hacer y estudiar

publicado el 9 de enero de 2014, en la columna "Con peras y manzanas" del Diario de Morelos

En estas vacaciones, tuve la oportunidad de ver muchísima televisión. Me puse al día en las series que llevaba rezagadas y de paso, me receté una buena dosis de comerciales. Entre los muchos que vi, uno de una universidad, me llamó la atención. El comercial muestra a un joven que relata alegremente como de niño le preguntaban “¿qué quieres ser?”, y él se imaginaba a sí mismo como astronauta o policía. El mismo joven, relata segundos después con semblante sombrío, que ahora “sólo le preguntan, ¿qué quieres estudiar?”.
Recuerdo bien dos etapas de mi vida distintas. La primera, mi elección de carrera. Entonces, por circunstancias de vida, debía elegir una carrera de una institución en particular. Seleccioné la única que no tenía “Administración” como materia y que por otro lado, tenía la mayor cantidad de materias sobre matemáticas o física. Estudié Ingeniería en Sistemas Electrónicos. La segunda etapa duró poco más de un semestre, y fue la elección de carrera de mi hija. Karla se debatía entre ser filósofa, física, antropóloga o socióloga. En la prepa le hicieron baterías de exámenes durante el curso de Orientación Vocacional, que mostraban para que era buena, para que no tanto, y que parecía ser que disfrutaba más. Finalmente, se inscribió en la Facultad de Ciencias de la UNAM en Física. Eso fue hace más de 3 años, hoy sé que se cambiará de carrera a Matemáticas y por supuesto, igual que yo a su edad, no tiene idea de que será “cuando sea grande”.
La orientación vocacional tiene que ver tanto como con lo que queremos ser, como con lo que queremos hacer y más importante aún, lo que nos gusta hacer, aquello que nos da satisfacción al pensarlo, ejecutarlo y lograrlo. Todas las alternativas profesionales pueden ser excelentes elecciones, siempre que la elección se base en los gustos y afinidades actuales; pues eso nos llevará a ser excelentes en nuestra labor, a disfrutarla plenamente y por lo tanto, el éxito y la satisfacción estarán en el día a día, no sólo en los días de quincena (o como mala suerte, ¡ni en esos!). Morelos tiene instituciones de educación superior de alto nivel donde nuestros jóvenes pueden estudiar Agricultura Sustentable y Protegida (UTSEM),  Energías Renovables (IER-UNAM), Gestión Intercultural (UAEM), Ingeniería en Biotecnología (UPEMor), Nanotecnología (UTEZ), por ejemplo. Estas son algunas de las muchas alternativas científico-tecnológicas que les permitirán transformar sus entornos y contribuir a que un mejor México sea posible.

Recapitulando, en mi caso, por evadir las materias administrativas, y perseguir las matemáticas, estudié y me titulé como Ingeniera en Sistemas Electrónicos. Me dedico todos los días a administrar mi empresa, los proyectos de mis clientes, el conocimiento de mis aliados estratégicos y el tiempo de mis colaboradores. Mi abuelita decía “aquello que no puede ver, en tu casa lo has de tener”, la administración de la que huí tan poco exitosamente, es hoy día, la fuente de mis mayores satisfacciones profesionales.