jueves, 25 de abril de 2013

¿Completo o total?

publicado el 25 de abril de 2013, en la columna "Con peras y manzanas" del Diario de Morelos




Hace unos días en la plática de sobremesa con uno de mis socios, me comentó que él no buscaba que sus colaboradores fueran de “tiempo completo” sino de “todo el tiempo” y la definición me encantó. 
Esa misma tarde, comentando la anécdota con uno de mis colaboradores, tuve la grata sorpresa de ver como él no entendía la diferencia, pues al igual que yo, su actitud hacia la labor que desempeña es justo de “todo el tiempo”. Esto no significa que hay que encadenarse al escritorio, sino más bien se trata de tener un grado de compromiso con la labor realizada que se enfoque en obtener resultados y no en cumplir con las horas.
En mi experiencia, aquellos que tienen la capacidad de ver más allá del reloj, de las actividades y del “tiempo completo”, cuando de trabajo se trata, son quienes logran más resultados, satisfacción y una mejor calidad de vida, producto justo de ese éxito continuo. Esto es especialmente cierto en la labor del emprendedor. Lograr concretar una nueva empresa requiere pasión, enfoque, toneladas de actitud “cómo sí”, paciencia y perseverancia. Y para conducir esas empresas por el buen camino, es necesario encontrar oportunidades “todo el tiempo”. El emprendedor vislumbra posibilidades para sus proyectos en la regadera, en los noticieros que escucha camino a la oficina, en las charlas de café, en las cápsulas de televisión y en las columnas del periódico. Lo mejor de todo es que lo hace con gusto, como parte de su cotidianeidad. Gestar, ejecutar y mejorar el proyecto de emprendimiento no le cuesta trabajo, no le resta calidad de vida, no le mata el entusiasmo. Al contrario, ver los avances y hasta los errores, genera conocimiento, afina la puntería y optimiza el concepto a emprender.
Muy probablemente hay muchos trabajos en los que laborar “tiempo completo” es suficiente. No así para la innovación y el emprendimiento exitosos, en estos casos el requerimiento es “tiempo total”. 

miércoles, 17 de abril de 2013

Educación y formación


publicado el 17 de abril de 2013, en la columna "Con peras y manzanas" del Diario de Morelos



Muchas veces me preguntan por esa insistencia, que raya en la obsesión, de promover la cultura científica. La mayor crítica que enfrento tiene que ver con el cuestionamiento de para qué queremos formar más científicos, si parece no haber plazas para los que se encuentran en proceso de formación. Es curioso cómo asociamos la promoción de la cultura científica a la generación de científicos profesionales y no hacemos lo mismo con la cultura artística.
Todos hemos pasado por la experiencia de ir a clases de música, danza o artes plásticas, y muy pocos aspiramos a ser músicos, bailarines o artistas plásticos profesionales. De hecho, la razón por la que nuestros padres nos inculcan la apreciación artística es para mejorar nuestra calidad de vida, para enriquecer nuestra experiencia cotidiana y fomentar nuestra formación integral. Gracias a esa educación artística no formal, de adultos tenemos la capacidad de reconocer el valor de la cultura artística y promovemos ,en la medida de nuestras capacidades, la generación de espacios dedicados al arte. Esta promoción que hacemos los legos, permite la apertura de espacios para los artistas profesionales. Cada libro que compramos, cada concierto al que asistimos, cada exposición que visitamos, abre la puerta a la generación de talento y a una cultura mexicana más rica y plena. Nadie discute este círculo virtuoso, y a la fecha, seguimos asistiendo con gran gusto a los recitales y exposiciones de nuestros hijos.
Algo similar ocurre con la cultura científica. Promoverla impacta en la formación de todos nosotros y en la generación de una estructura de pensamiento crítica que nos permita: ver el mundo que nos rodea con más claridad, discernir entre la información que recibimos, entre la que es veraz y la que no lo es, y con esto tomar decisiones más acertadas.
La educación en ciencia, formal y no, es fundamental para generar ciudadanos que respondan mejor a las exigencias de la sociedad del conocimiento. Estos ciudadanos sensibilizados científicamente podrán apreciar las bondades de la CTI y serán capaces de generar círculos virtuosos que promuevan la ciencia, tecnología e innovación mexicana. 

jueves, 11 de abril de 2013

Cómo sí…

publicado el 11 de abril de 2013, en la columna "Con peras y manzanas" del Diario de Morelos



En los años que llevo involucrada con equipos de trabajo multidisciplinarios, una de las características más importantes que he podido observar entre sus integrantes como indicador de la efectividad potencial del grupo es su actitud ante los obstáculos. Cuando se reúne a trabajar un grupo donde los participantes tienen distinta formación, experiencia y actividad, sin duda hay muchos elementos que contribuyen a que éste se complemente y comunique. El obvio es la necesidad de que todos los miembros tengan un objetivo común, que suele ser la razón por la que se reúnen. Para los temas de desarrollo tecnológico e innovación, la necesidad a resolver es el tema unificador. Con esto en la mesa, todos los integrantes aportan su conocimiento para caracterizar la necesidad y proponer soluciones posibles.
Es justo en este momento que aparece ese elemento clave que, en mi experiencia personal, nos permite vislumbrar que tan exitoso será un equipo en la consecución de sus resultados.
Todos conocemos a alguien que, cuando le proponemos un plan, encuentra una y mil razones por las que nuestra propuesta fallará. ¿Cuántos argumentos hemos encontrado cuando hablamos, por ejemplo, de la separación de residuos en casa? “Es una lata”, “no sé cuáles plásticos sí se reciclan y cuáles no”, “no lavo mis trastes, ¿voy a lavar la basura?”, “yo soy sólo una persona tirando basura, la responsabilidad es del gobierno”, o el lapidario: “¿Para qué separar, si llega el camión y los revuelve todos otra vez?”, son sólo algunos de los porqué no hacer la separación de residuos. Cuando estoy en un grupo donde la lista de porqué no empieza a crecer, sé que lograr concretar resultados será mucho más complicado. En contraste, hay afortunadamente, personas que, ante cada obstáculo encuentran una manera de resolverlo. Entonces escuchamos cosas como: “el daño al ambiente es tan grande, que bien vale el esfuerzo”, “voy a encontrar en internet la lista de plásticos que son reciclables y se las mando”, “pues no hace falta lavar los residuos, con una buena enjuagada es suficiente”, “si cada uno contribuimos, podemos hacer una diferencia”, y finalmente, “sólo hay que darle al camión los residuos orgánicos y llevar a los centros de acopio todo lo inorgánico”. Con una sola persona con esta actitud de cómo sí poner manos a la obra y hacer un cambio, aseguramos el éxito de grupos enteros. Imagínense lo que podría ser nuestro entorno si más nos dedicáramos a encontrar los cómo sí que nos plantean los porqué no.



jueves, 4 de abril de 2013

Tic, tic, TICs…

publicado el 4 de abril de 2013, en la columna "Con peras y manzanas" del Diario de Morelos


Hace 12 años el Gobierno Federal volteó sus ojos a Morelos y decidió firmar el primer convenio en México para impulsar la industria del software. En aquel tiempo, ya Nuevo León y Jalisco se perfilaban como los grandes productores de Tecnologías de Información y Comunicación (TIC) en el país. Con todo eso, Morelos se consideró estratégico en la construcción de una industria de TICs moderna e innovadora.
¿Qué vio la Secretaría de Economía entonces, que llamó su atención y nos puso sobre Nuevo León o Jalisco? No fue la cantidad de empresas consolidadas en el sector, pues en Morelos había unas veinte en total y tal vez unas 5 consolidadas. Tampoco el número de empleados en estas empresas, pues las ya establecidas en Morelos tenían de 3 a 15 trabajadores de planta. Tampoco fue el tamaño de su participación en la economía del país o del Estado, puesto que las ventas de estas empresas no excedían en promedio los 4 millones de pesos al año.
Morelos ofrecía lo más difícil de conseguir, recursos humanos calificados en desarrollo de sistemas. Además, el Gobierno Estatal colaboró para construir alianzas estratégicas formales entre empresarios e instituciones académicas, generando sinergia y potenciando aún más el desarrollo.
La industria morelense no es una industria de cantidades, es una industria de calidad. Las empresas están formadas por egresados de los Institutos Tecnológicos de Zacatepec, de Cuautla, y del Tecnológico de Monterrey, así como de la UAEM, UPEMor y UTEZ; han sido formados por investigadores con posgrado de esas mismas instituciones y de nuestros centros de investigación (IIE y CENIDET, principalmente).
Hoy contamos con una industria madura, certificada en la Norma Mexicana MoProsoft, capaz de producir soluciones creativas, de excelente calidad y a mucho mejores precios que en otros estados del país.
El tiempo apremia y aún hay mucho que hacer para promover a esta industria, sin duda fundamental para el desarrollo sustentable de México y de Morelos.