miércoles, 21 de septiembre de 2011

Lo doctor no quita lo...

publicado en La Jornada Morelos en Julio de 2010


Me gradué hace más de 20 años como Ingeniera en Sistemas Electrónicos del Tec de Monterrey, Campus Morelos.  En la encuesta de graduandos que nos aplican religiosamente a todos los egresados del sistema ITESM, nos pedían el nombre de nuestros cinco mejores profesores y de los cinco peores profesores. Era 1989, tenía poco tiempo la costumbre (ahora regla) de dar preferencia a profesores con grado de doctor (o “de perdida” con maestría) en el área de interés para impartir una materia.  Recuerdo que cuando tal regla entró en vigor, varios catedráticos (la mayoría sin posgrado) y muchos más alumnos pegamos el grito en el cielo. “Pero, ¡si lo doctor no quita lo pe...lmazo!”, era la frase más cantada entre pasillos al referirnos a tal o cual doctor en ingeniería o en ciencias que nos había perjudicado la experiencia como estudiantes. Sin embargo, años después, cuando llenábamos nuestra encuesta, nos dimos cuenta de que, entre los mejores profesores la mayoría contaban ya con algún o algunos posgrados; y ciertamente, entre los peores profesores una clara minoría también.  Cuando pasaron los años y me tocó el turno de prepararme para obtener el grado de Maestría o el de Doctorado, pude darme cuenta de cómo, aunque efectivamente el grado no nos hace inmunes a la estupidez ni a la cretinez (y justo ahora tengo en la punta de la lengua a por lo menos un colega muy cretino y... bastante pe...lmazo), sí garantiza que el portador del grado tiene las habilidades necesarias para realizar y concluir proyectos de investigación exitosos (la tesis de cada uno de nosotros es prueba fiel de esto); y ha transitado por el crítico, pro-refutación y siempre perfectible mundo académico. Es decir, hemos pasado por el tamiz del pensamiento científico, la exposición de conceptos entre pares y su consecuente crítica y mejora; evitando las posturas absolutistas, dogmáticas y autoritarias, en una palabra: anti-científicas. 

Los que consideramos que entre más cultura científica empape a la sociedad en general, mejor mundo tendremos, lo creemos por estas razones. El pensamiento científico nos abre el horizonte, nos permite escuchar al otro, confrontar nuestras certezas honestamente y discernir los mejores caminos desde un ámbito tan libre de subjetividades como sea posible (no podemos evitar enamorarnos de nuestras teorías y enceguecer de amor de vez en cuando, lo reconozco). En este mundo global, multidisciplinario, donde es tan difícil demostrar competencias y credenciales que sean evaluadas por colegas de otras disciplinas, la obtención del grado es una forma de mostrar y demostrar que se habla el lenguaje de la ciencia y la tecnología. No dice que tan fluido lo hablamos, o que tan diestros somos en nuestra disciplina, pero sí garantiza un conjunto mínimo básico del que podemos partir para comunicarnos entre pares en el entorno científico.

Además de los espacios académicos, hay otros espacios en el mundo productivo que requieren de este tipo de perfil. Pertenecer a la sociedad del conocimiento, requiere que hablemos su idioma. Un ejemplo claro lo tenemos en quienes se encargan de hacer vinculación entre Academia y Empresa en temas de alta tecnología. Así, los directores de los centros de transferencia tecnológica e innovación, naturalmente  requieren hablar con fluidez el lenguaje del pensamiento científico. Morelos también es vanguardia en este sentido, pues el organismo descentralizado encargado de las políticas públicas de ciencia, tecnología e innovación, el Consejo de Ciencia y Tecnología del Estado de Morelos (CCyTEM), estipula en su Manual de Organización como requisito indispensable que, quienes dirijan al CCyTEM y al  Centro Morelense de Innovación y Transferencia Tecnológica, deben contar con el grado de doctor (hablar el idioma) y contar con experiencia probada en puestos similares (hablarlo con fluidez, destreza y lo más importante, efectividad). Esta última exigencia, la de la experiencia, nos asegura que si lo doctor no nos quitó lo pe...lmazos, el camino recorrido en puestos similares seguro lo habrá logrado.

martes, 13 de septiembre de 2011

En la Ma…trix

publicado en La Jornada de Morelos el 29 de marzo de 2011


Hace algunos años entré casi sin querer al cine; iba con unos compañeros de estudio y de vida, buscando distraernos con la gran pantalla. Sin saber de qué se trataba, y más por aprovechar la noche, entramos a ver “La Matrix”. La elección fue, como muchas gratas sorpresas de mi vida, excelente. Pudimos ver efectos especiales nunca vistos, una historia entretenida y, para algunos de nosotros, un tema de culto más a que aficionarnos.

La premisa central de la saga es un futuro donde la humanidad vive enchufada literalmente a un gran sistema de cómputo: La Matrix. Hemos extinguido la mayoría de las formas de vida en la Tierra. Nuestro planeta es árido, inhóspito y hasta hemos logrado, con una contaminación brutal, obstruir permanentemente los rayos del sol. Entonces vivimos “felizmente” engañados por un gran sistema de cómputo que nos obsequia imágenes de altísima definición en 3D digital, 24/7  (24 horas al día, 7 días de la semana).

Hace unos días leí con preocupación que hay un proyecto para instalar en el Parque Ecológico Chapultepec una gran pantalla 3D, para que los visitantes se sumerjan en la experiencia digital y aprendan sobre cultura ambiental y otros ecosistemas. Así, los visitantes del parque, que pretendemos dejen el sofá y la TV, podrán, sentados en cómodas butacas frente a una Televisionzota, disfrutar gracias a sus lentes 3D, de la experiencia virtual en un ecosistema… ¿No tiene más sentido armar recorridos interesantes, guiados por expertos en donde los asistentes al parque interactúen realmente (y no virtualmente) con el maravilloso ecosistema cuernavacense? Esto es, en Morelos no esperaremos, como en la multi-citada película, a la destrucción del medio ambiente, mejor nos vamos adelantando y acostumbramos a las nuevas generaciones a hacer excursiones virtuales, mientras comen una cubeta retacada de palomitas, un refresco jumbo y un rico seudo-chocolate (por el nulo contenido de cacao que tienen hoy día los productos sabor a chocolate). Ésta parece ser la bizarra concepción que nuestras autoridades estatales tienen de la sustentabilidad.

Veo con tristeza la manifiesta falta de apoyo a nuestro Museo de Ciencias de Morelos, que este 24 de marzo, en lugar de festejar un segundo aniversario de impulso, inversión decidida y fortalecimiento de infraestructura, ve en el “día del Museo de Ciencias” una fecha de acción afirmativa, donde esperan fortalecer con discursos y sin hechos ni compromisos reales, un espacio que ha sido la inversión de talento, esperanza y trabajo de morelenses entregados a la causa de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación.

Veo que se privilegia la inversión privada de un grupo industrial que no genera conocimiento, sólo articula soluciones extranjeras, las pinta de obras de altruismo y sigue aumentando capitales que nada dejan a la entidad.

Veo que se ignora flagrantemente, una vez más, a esa comunidad académica que tanto presumimos y nos “enorgullece” en el discurso político, pero que “Dios nos libre” de consultar a tiempo e involucrar en las decisiones de Estado.

Veo que la preocupación por el ambiente y la educación es un discurso propagandístico más, sin fondo, pero eso sí, con mucha forma y aderezado con las más dulces palabras de quien representa una industria de golosinas que ha engordado sus bolsillos a costa de la sana nutrición no sólo de los adultos; sino, más perversamente aún, de nuestra población infantil ya con sobrepeso y obesidad alarmantes.

Veo que, rápida e inexorablemente, nos están poniendo en la Ma…trix.